Después de muchos muchos (realmente muuuuchos) kilómetros por la Ruta 40 llegamos a El Bolsón. Nos habían hablado del pueblo como de una idílica comunidad hippie y artesana. La verdad es que nos esperábamos algo parecido a Cabo Polonio, en Uruguay, y no tiene nada que ver.
Aun así, El Bolsón sigue siendo un pueblo bonito, no nuclear, con una feria artesanal y muchos cultivos ecológicos. Es un municipio ordenado del que parten rutas de senderismo bastante chulas al pie de los Andes. Se pueden recoger setas, zarzamoras y manzanas en los alrededores del pueblo y también se pueden observar los estragos que causan en estos parajes la rosa mosqueta y los pinos, dos especies importadas que se han convertido en una plaga por aquí. Sin duda hacen que el paisaje sea más bucólico pero están teniendo un impacto muy fuerte sobre la flora local. Lo mismo ha pasado con la trucha, que es un pescado de lo más apreciado por los turistas que visitan esta zona. Al ser una especie nueva importada de Europa ha causado estragos en el ecosistema fluvial.
Me quedo con el sabor de la manzana que Almu robó en los terrenos de la granja Humus, con la profundidad del horizonte desde el Cerro Amigo y con el olor a tierra que nos acompañó en el paseo desde el lago Puelo hasta el pueblo.
Me estoy comiendo una manzana e intentando teletranportarme a la granja Humus… Mmmmm….
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