Me interesa mucho el tema del turismo consciente, crítico y transformador y con un viaje largo en puertas intento ponerme las pilas. Estos días he aprovechado para leer el análisis crítico del turismo de masas en la globalización económica de Rodrigo Fernández Miranda. Recomiendo muchísimo su libro "Viajar perdiendo el Sur" a todas las personas interesadas en estas cuestiones.
Partiendo de la definición de consumo turístico como el que los y las visitantes realizan durante el desplazamiento y la estancia a los destinos, incluyente viajes, alojamiento, comida y bebidas, transporte, ocio, cultura y actividades deportivas y compras, entre otros, vemos que este consumo tiene incidencia en un buen número de diferentes sectores y subsectores. Fernández Miranda explica que el consumo turístico se puede relacionar con aspectos psicosociales como el ocio, la diversión, el aprendizaje, el entretenimiento o el desarrollo personal y con elementos tangibles e intangibles como factores de motivación y satisfacción.
El libro me ha hecho reflexionar sobre la moral del placer, el hedonismo radical, la percepción de libertad y de control del tiempo y el espacio. Fernández Miranda, de hecho, habla de la "disneyficación" existente detrás de nuestro consumismo turístico y que se estructura a través de cuatro ejes:
1. Tematización de los destinos. Es el proceso a través del cual se destacan determinados aspectos de los destinos, la exaltación con fines mercantiles de elementos concretos de la cultura o la naturaleza local, que puedan ser atractivos como objetos de consumo. Convierte una parte mínima del todo al centro, excluyendo el resto de la realidad, las condiciones y circunstancias del territorio y la población anfitriona.
2. Merchandising asociado a la experiencia. Se vincula a otro elemento característico del consumismo turístico: la búsqueda y acumulación de experiencias. Se incluye una infinidad de objetos simbólicos por traer de vuelta a casa alguna evidencia tangible que permita coleccionar y exhibir estas experiencias.
3. Control de las emociones del turista. La oferta de este turismo, aunque dota simbólicamente de un fuerte componente de libertad, se centra en un control emocional de sus consumidores. La conducta y la emotividad tan asociada a la libertad de elección se adecúan, necesariamente, a los propósitos e intereses de los operadores.
4. Desenfreno en el consumo. Durante la estancia el nivel de consumo de los turistas se incrementa a lo grande, cada una de las actividades que se realizan comporta un conjunto de elementos o actos de consumo complementarios asociados directamente e indirectamente a estas.
Fernández Miranda habla también de la producción de la conciencia colectiva a través de los aparatos de comunicación social y comercial. Como sector productivo indisociable del consumismo, la publicidad fabrica el más importante para garantizar que toda la maquinaria pueda funcionar eficazmente: el deseo en masa de viajar.
Me quedo del libro también con el papel determinante que tienen nuestras expectativas como turistas y la incidencia que tienen nuestra mirada sobre los entornos y poblaciones anfitrionas. Sin duda, el modelo dominante de turismo internacional también constituye un espejo nítido de la organización política, económica y social capitalista, y un paradigma de la globalización económica por su insostebilidad socioambiental. Tratar de buscar los caminos alternativos es el reto.
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